miércoles, 2 de mayo de 2007

IN MEMORIAM: Manuel Pita Díaz

Hace un año, el 2 de mayo de 2006, murió el doctor Manuel Pita Díaz. Sus enseñanzas sociales y humanas y su gran amor por su tierra perduran a través del compromiso, la inquietud y el trabajo de Celendín Pueblo Mágico. En este aniversario, queremos hacer llegar nuestro saludo a sus familiares, y compartir con nuestros lectores la oración "In memoriam", que sus hijos leyeron en la misa que se celebró al cumplirse el primer mes de su fallecimiento. No sólo es un texto que habla del amor filiar sino que traza el retrato moral de un celendino como pocos. La Redacción.


Manuel Pita Díaz

In memoriam


Más allá del punto en que la nada estalló para dar paso al tiempo, a la materia y a la vida, al menos tal como la concebimos en este rincón del Universo que nos alberga, debe estar el Gran Hacedor que permitió y permite, entre otras maravillas, la compleja y hermosa mecánica que es la mente y la conciencia del ser humano.
Manuel Pita Díaz recibió una educación cristiana que marcó sin duda sus opciones en tanto que hombre de principios y ciudadano responsable, que desde joven combatió la injusticia, estuvo al lado de los humildes y desvalidos y practicó la honradez y la limpieza de corazón, tanto en su vida pública como privada. Estas enseñanzas del Nazareno nunca lo abandonaron pese a que no fue persona afecta a frecuentar iglesias.
Manuel Pita Díaz no tenía respuestas para las grandes preguntas que se hace el hombre y las que en general dan las iglesias constituidas no le satisfacían, pero ello no le impedía saber que la dimensión religiosa es esencial en la formación espiritual y ética de las personas, al punto que alguna vez recomendó a sus hijos que la educación de sus nietos debía comprender elementos religiosos y morales.
Manuel Pita Díaz ha partido, tras vivir una existencia plena, activa, comprometida con valores irrenunciables; una existencia cuyos mayores blasones tal vez sean, en una sociedad como la nuestra, el haber mantenido en alto sus principios y su conciencia, el no haberse dejado ganar nunca por la corrupción y el haber acabado, pobre y honrado, con la íntima y clara satisfacción de no haberle hecho nunca daño a nadie.
Ahora Manuel Pita Díaz transita por caminos desconocidos en los que tal vez encuentre respuesta a las preguntas que, como todos los hombres, de todos los tiempos, él también se hacía: ¿Cuál es el origen y la explicación del milagro de la vida y del Universo, ante el cual nuestra conciencia apenas si puede pestañear sin enceguecerse? ¿Quién es el responsable de esta complejidad y de este caos que, finalmente, al parecer, obedecen a un orden misterioso y a una armonía indescriptible?
Que los senderos por los que ahora transita su espíritu, o su conciencia, lo lleven a encontrar la respuesta. Que esa conciencia, que desde siempre estuvo maravillada por lo trascendente, se sume tal vez —más allá del punto en que la nada estalló para dar paso al tiempo y a la materia— a la conciencia suprema del Gran Hacedor, del Gran Organizador de lo que existe, de lo que vive e incluso de lo que muere para seguir viviendo.
Que Manuel Pita Díaz, un hombre bueno, haga su camino en paz, acompañado, más que por el dolor y las lágrimas, por la sonrisa y la gratitud de quienes lo quisieron y lo recuerdan.
Sus hijos
Mayo, 2006

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