jueves, 27 de marzo de 2008

OPINION: El Ocaso de una Profesión.

Por Jorge A. Chávez Silva, “Charro”

Luego de la campaña de satanización de los maestros desatada por el gobierno y sus acólitos, el magisterio, como carrera profesional, ha tocado fondo en el Perú. Hoy por hoy, ningún joven aspirante a profesional cometerá la locura de seguir pedagogía porque en esta profesión, lo más seguro es que jamás conseguirá trabajo y si por un acaso de la suerte lo hace, estará mal remunerado y peor considerado por la sociedad.

¡Triste sino el de los maestros del Perú! Mal pagados y perseguidos por ejercer su legítimo derecho sindical a través de más de cuatro décadas de gobiernos sucesivos y capturado ahora el SUTEP por un minúsculo y radical partido político- Patria Roja- que lo llevó a la debacle, politizándolo y usándolo como trampolín de oscuros afanes arribistas de sus dirigentes en vez de mejorarlo pedagógicamente.

Y no solamente es culpable el SUTEP cautivo. La crisis del magisterio y de la educación es el resultado de la suma de muchos errores en el que confluyen muchos estamentos gubernamentales que tienen que ver con este quehacer a través de la historia.

Citaremos en primer lugar, siguiendo el curso de la historia, la falta de centros de formación docente en las primeras décadas del Siglo XX que permitieron el ejercicio de muchísimos docentes sin preparación didáctica, fenómeno que, andando los años y por presiones laborales, se tradujo en los programas de perfeccionamiento magisterial. Resultado de ello fue que el nivel de los docentes era insuficiente para brindar una educación de calidad, salvo honrosas excepciones de verdaderos maestros que sin tener la preparación necesaria tuvieron el genio intuitivo y la vocación para serlo.

El déficit de maestros para cubrir las necesidades educacionales de la nación se solucionó en parte con la creación de centros de formación docente en muchos lugares de la república. En nuestro caso, la creación en 1960 de la Escuela Normal Mixta, que derivó en el Instituto Pedagógico Regional de Celendín, y dada la calidad de los maestros formadores, produjo muchas promociones de buenos maestros que dieron prestigio a las instituciones celendinas y solucionaron el problema en el ámbito de la provincia.

Desgraciadamente, los docentes fundadores dejaron de ejercer por tiempo de servicio, por edad, o porque tuvieron mejores oportunidades de trabajo. Los que los suplieron no estuvieron a su altura y entonces decayó hasta desaparecer. Luego reapareció como Instituto Superior Pedagógico “Arístides Merino Merino” en honor a un egregio maestro Celendino.

Entonces para nombrar a los docentes formadores entró a tallar el tarjetazo, la compadrería, los lobbys de influencia, con nefastos resultados. Se dio hasta el caso insólito caso que un ex convicto por narcotráfico fungiera de director. Por consiguiente, jamás se recuperó la calidad de los momentos iníciales, más bien campeó el chantaje y el acoso sexual en desmedro de alumnos y alumnas.

Al amparo de la Ley 15215 se intentó reemplazar a todos los docentes de tercera categoría por docentes egresados de los centros de formación magisterial, amén que incluía en uno de sus articulados la disposición que los recientemente egresados adquirieran experiencia en el campo y, poco a poco, irían accediendo a las ciudades.

Como todo en el Perú, este dispositivo fue letra muerta y así vimos cómo, alumnos del tercio inferior en sus respectivas promociones, gracias al tarjetazo y el favor político, resultaron cubriendo plazas en ciudad de Celendín y hasta en la misma capital de la república.

A pesar de ello, de alguna manera la ley 15215 cumplía con su cometido de mejorar la educación colocando profesionales en las escuelas. Pero la felicidad siempre es efímera, llegó el nefasto primer gobierno de Alan García y todo lo ganado se tiró por la borda. El Apra empezó a pagar favores políticos nombrando a sus militantes, sea cual fuere su condición, como trabajadores de la educación y así, vimos colegios plagados de profesores, auxiliares, laboratoristas, etc, sin tener infraestructura para ello, en un claro intento de desestabilizar al SUTEP, que aún no había sido tomado por Patria Roja.

Esto significó un golpe letal a la calidad de la educación y decayó como nunca en la historia. Los resultados a nivel latinoamericano son el saldo de este despropósito consumado por el APRA. Lo peor fue que estos improvisados de la educación, al amparo de las leyes laborales que garantizaban estabilidad, se quedaron, titulándose a cómo diera lugar, no para mejorar, sino para mantenerse en el cargo.

Bajo la bandera neoliberal, Fujimori dio carta libre a cualquier empresario que quisiera invertir en educación y así surgieron colegios particulares, institutos pedagógicos, academias, etc., por doquier, sin que fuera requisito ser un profesional en educación para dirigirlos. Los resultados saltan a la vista: penúltimos en Latinoamérica, superando sólo a Haití. Para presentar la imagen de que le preocupaba la educación, el dictador se dio en construir colegios, especialmente en lugares visibles con fines claramente electoreros. A los maestros que reclamaban mejores salarios y capacitación, la más dura represión.

Pero allí no terminan los males del magisterio: Una de las recetas que el FMI dio a los gobiernos tercermundistas fue que despojaran al estado de la carga que significaba la educación popular. Y, siguiendo ad pedem literam la receta de papá, se ha intentado de mil maneras desestatizar la educación: dando prioridad a la creación de colegios particulares, municipalizando las escuelas y ahora emprendiendo una campaña de desprestigio a nivel nacional, presentando a los profesores como los grandes culpables del mal momento educativo que vive el país.

En la última prueba de evaluación para nombramientos y contratos, los resultados han sido catastróficos, el 98 % ha salido desaprobado, y el gobierno, al parecer, ha conseguido su objetivo: demostrar a la opinión pública que los maestros, vinieran de donde vinieran, de La Cantuta, de San Marcos o del ISPP “Perico de los Palotes”, son incapaces de asumir la conducción de los niños del Perú, que los centros de formación docente son nidos de terroristas, como en el caso de La Cantuta y la Universidad de Huamanga que han sido señalados por los mandamases del régimen, por lo tanto es preciso desaparecer estos focos infecciosos que significan los maestros por su sensibilidad ante la realidad de los pobres en el Perú.

En nuestro caso doméstico de Celendín se pueden contar con la mano los docentes que han aprobado sin alcanzar el catorce requerido y ¡Oh, feliz coincidencia! Todos son de conocida filiación aprista. Esto nos lleva indudablemente a pensar que hubo oscuros manejos en este concurso para nombramientos y contratos.

Los apristas, naturalmente, son los que tienen la llave mágica que prenderá la luz. Por de pronto repartirán millones de textos escolares en toda la república con la foto, retocada en Photoshop, de Alan García, en donde aparece con muchos kilos de menos de los que demostró en sus bailes con que animaba su campaña electoral. Pero asuntos de fondo, que coadyuven a la mejora de la enseñanza,ninguno.

El futuro del magisterio en general es negro y en Celendín, otrora crisol en donde se forjaron muchos maestros que trabajaron por todo el país, ha llegado a su fin. El año pasado hubo poquísimos postulantes y este año no hubo ingreso. Seguramente fenecerá cuando culmine la última promoción. La corneta final ha sonado para los docentes del Perú. Alan García, a través de su inepto ministro Chang le ha dado el tiro de gracia.

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