miércoles, 5 de mayo de 2010

CANTACLARO: ¡La traición no pasara!

Por Constante Vigil
Celendín
Uno de los deberes sagrados de las autoridades de cualquier instancia, de cualquier lugar del mundo, es la defensa del territorio y fueros de los pueblos de su jurisdicción. Nada es más execrable que aquella autoridad que olvida este sagrado juramento y pone en peligro la integridad de su territorio. Ya lo dice una conocida consigna, popular aquí y allá, en todo sitio, y que denosta a los entreguistas: “¡LA PATRIA NO SE VENDE, LA PATRIA SE DEFIENDE!”
Ejemplos mil existen, de héroes, locales y nacionales, que han pagado tributo con su vida por la defensa de su tierra. Baste la lección de hombría y dignidad de nuestro máximo héroe de la Infanteria, pero sobre todo del civismo peruano, el coronel Francisco Bolognesi, quien en la hora suprema y luego de consultar con su estado mayor, que estuvo a su altura, pronunció la célebre frase que debe ser el lema de todo peruano que se respete, sobre todo si es autoridad: “TENGO DEBERES SAGRADOS QUE CUMPLIR Y LOS CUMPLIRÉ HASTA QUEMAR EL ÚLTIMO CARTUCHO”.
Esto parace que no lo saben algunos en los desventurados predios de Celendín.
¡Lo acaba de demostrar, con felonía entreguista, el alcalde Juan Tello!
Pero, ¿qué podemos pedirle a este pusilámine alcalde, que carece de las condiciones mínimas para ser líder de un pueblo importante como el celendino?
En esta hora aciaga para Celendín, en la era de las mutilaciones y de la destrucción de su personalidad, encarnada en su hermoso perfil arquitectónico, nos cae como una maldición suplementaria la actitud entreguista y por demás cobarde de este fantoche que tenemos por burgomaestre, cuyo nombre es ya, y será, de triste recordación para los celendinos de verdad.
¡Juan Tello, ha tenido la vileza de firmar un acta autorizando una consulta de varios pueblos de la jurisdicción de Huasmín para ver si desean pertenecer al distrito de Bambamarca, en la provincia vecina de Hualgayoc!

Minas Conga, la mano negra que hace que malos celendinos quieran ser bambachos.

Este remedo de alcalde aduce que fue víctima de una trampa urdida por los alcaldes de Bambamarca y funcionarios del Gobierno Regional de Cajamarca. Argumenta que firmó en salvaguarda de su vida, de su "integridad física" (¿alguien puede imaginar a Bolognesi pensando, o hablando, de su "integridad física"?). ¿A quién quiere engañar con su pretendida ingenuidad? ¿Acaso no sabe todo el mundo de quién es la mano negra que está detrás de toda esta maquinación siniestra contra Celendín?
La mano negra se llama Minas Conga y lo ocurrido, la pretendida consulta, es una vil maniobra para despojar a Celendín de parte de su territorio provincial, vía un vergonzoso soborno a las autoridades corruptas, tanto de Celendín como del distrito de Bambamarca.
Esta es la "integridad física", contante y sonante, a la que deben referirse ciertas autoridades sin verguenza y sin moral, que venderían a su madre si Minas Conga lo requiriera.
Celendín es un pueblo en desgracia, donde desde hace algunas décadas se han entronizado en la Municipalidad infaustas autoridades, totalmente ineptas para hacer algo bueno, nuevo, creativo, en benefico de la población de la provincia; hábiles, en cambio, para buscar el lucro personal, como lo prueba el hecho de que al cabo de su ejercicio, todos estos malandrines se convirtieron en terratenientes y en dueños de ostentosas riquezas.
Una de las fallas del sistema democrático es la de permitir que cualquier mediocre llegue a ser autoridad, sin tener la menor preparación para asumir tal responsabilidad. Los malandrines llegan al poder no por su capacidad, sino porque pudieron solventar campañas electoreras apoyadas no sólo en el pintarrajeo criminal de cuanto muro y paraje encontraron, sino en base a mentiras y demagogia, aprovechando la ignorancia de los pueblos del interior.
De hecho, nadie sabe cómo amasaron el dinero que usaron en sus campañas estos personajes siniestros, que, luego, en el poder, hacen su regalada gana en provecho propio o en el de sus secuaces, como es el caso de cierto regidor inmoral que en el colmo de la desfachatez se ha apoderado de una calle de la ciudad para hacer su negocio.
La era de los bárbaros atilas se inicia con la gestión del ex alcalde Adolfo Aliaga, a quien le criticamos su falta de entereza y personalidad ante los apremios reelectoreros del ex dictador nipo-peruano Alberto Kenya Fujimori y, sobre todo, por haber permitido la destrucción de dos monumentos históricos como fueron las casonas del Colegio Coronel Cortegana y la Escuela N° 82, hecho simbólico que marca el inicio de la debacle celendina.
Luego, el ex alcalde Mauro Arteaga pasó con más pena (y verguenza) que gloria por el Municipio y ahora, haciendo gala de caradurismo, pretende llegar otra vez a dirigir los destinos de Celendín, como muchos otros aspirantes, que se relamen oliendo el dinero corruptor que puede caerles de Minas Conga.
Más allá de la felonía y deshonestidad, sin embargo, lo que colma el vaso de nuestra paciencia es la traición de Juan Tello a la provincia, a la única integridad que importa, nuestro suelo.
Entregar pueblos enteros a la voracidad de una transnacional minera, que tiene tanto poder que obliga a las autoridades y a los pueblos, por encima de lo que disponen las leyes sobre delimitación de territorios, a modificar el mapa, esto nunca se ha visto. Todos sabemos que todos esos pueblos emergentes, surgidos en lo que fue el territorio de la ex hacienda de Jerez, jamás limitaron con la provincia de Hualgayoc. Histórica y legalmente siempre pertenecieron a la provincia de Celendín. Entregarlos, por engaños, sobornos o amenazas, no tiene nombre. O sí, sí tiene, hasta dos o tres: cobardía, felonía, interés.
Las autoridades que han faltado a su deber de tales, al no haber defendido a su pueblo son autoridades felonas, traidoras, y deben ser inhabilitadas de por vida por la sociedad por el crimen que han comentido. Hasta salir a la calle con la frente en alto debería impedírseles. Ya no se diga pretender una reelección. Los pueblos dignos, a los traidores, los sacan en burro.
Por otro lado, es lamentable, aunque no sorprendente, que estén comprometidos en esta fechoría los funcionarios del Gobierno Regional de Cajamarca, con el incapaz Jesús Coronel a la cabeza, que razones tendrá también para avalar la sinrazón.
Ante tanta desgracia, a los celendinos solo nos queda cerrar filas y salirles al paso a los miserables improvisados que tanto daño le han hecho y le hacen a Celendín. Que Dios nos coja confesados, pero sobre todo a ellos. Los pueblos callan, hasta que despiertan.

¡SOLANO OYARCE, DEVUELVE LA CALLE QUE LE ROBASTE A CELENDIN!


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