viernes, 16 de julio de 2010

OPINION. Mascarón de proa

Por Crispín Piritaño

Hasta hace algunos años hubo en una de las esquinas inmediatas al mercado central del Callao una imagen tallada en madera que algún vivo colocó en una especie de nicho y la mentecatería de la gente convirtió en una imagen sacra, con profusión de velas, flores y dádivas de limosnas, hasta que algún coleccionista de antiguallas, conocedor, pese al deterioro y las sucesivas capas de pintura, de que se trataba de un mascarón de proa del tiempo de los veleros, lo rescató para su colección.

Los mascarones de proa, profusamente usados en los navíos de los S. XVI al XIX eran figuras decorativas, talladas en madera, y pintadas según la ocasión, que identificaban a la embarcación. ¿Por qué los sacamos a colación? Porque ese es justamente el papel que desempeñan en los gobiernos totalitarios los ministros invitados como pueden ser los casos de Valle Riestra y Rafael Rey Rey en el gobierno más corrupto de la historia: El de Fujirata y Antero Flores Araos, Yehude Simon y de nuevo Rey Rey, en el gobierno entreguista de Crazy Horse.
Ellos son utilizados en ese sentido por el gobierno de turno, como portavoces de algo que no quieren decir por sí mismos, porque no parecería democrático y para que no se vea como una expresión de parte interesada.
El caso de Rey Rey es emblemático, porque él se presta a estos innobles menesteres, ya lo hizo durante la época del Fujimontesinismo y ahora lo hace con Crazy. Se ha convertido en el portavoz de quienes quieren ridiculizar a la Corte Internacional de Derechos Humanos para desafiliar al Perú de sus dictámenes porque, evidentemente, los incomodan.
No les gusta que por sus decretos estén presos los artífices de la corrupción como Fujimori y Montesinos y se esté pidiendo cuentas a Mantilla, en relación con la existencia del Comando Rodrigo Franco y a Crazy por el caso de la matanza del Frontón. Por otro lado están los militares que ejecutaron oscuras funciones durante la guerra interna que desangró al país en los años del terrorismo.
Ellos no pueden olvidar que un oscuro capitán del ejército, degradado y expulsado por traición a la patria y convertido por arte de birlibirloque en el Cayo Bermúdez del gobierno de Fujirata, los haya humillado haciéndoles firmar la infame Acta de Sujeción mediante la cual se garantizaba la impunidad de aquellos militares que mancharon el honor de las fuerzas armadas con un proceder digno de las épocas de barbarie. A ellos cree, equivocadamente, representar el peor Ministro de Defensa de la historia, un tonto útil que tan mal lo hizo en el Ministerio de la Producción, sino recuérdese el caso del famoso pisco 7.9, una evidente burla a los damnificados del sismo del sur.
Lamentablemente para ellos este documento no tiene ninguna validez para la CIDH y ha ordenado que no se cierren los casos de crímenes de lesa humanidad y que todos los juicios a militares sean competencia de los juzgados civiles y no militares, como quisieran ellos, por no ser delitos de función.
Para esto sirve el reventador de cohetes israelíes, para pretender cubrir los crímenes del APRA y el Fujimontesinismo, para protegerse de la amenaza que significa para ellos las sentencias de la CIDH. Este pacto infame hubiera sido inconcebible hace algunos años, pero en la politiquería todo es factible, hasta las uniones contra natura.

¡SOLANO OYARCE, DEVUELVE LA CALLE QUE LE ROBASTE A CELENDIN!

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