lunes, 27 de junio de 2011

POLÍTICA: Masacres a fecha fija

Por Raúl Wiener
Alan García tiene una cierta especialidad para matar en fechas simbólicas. 

La vez anterior fue la masacre de Bagua en el Día mundial del Medio Ambiente, originada en la decisión de desalojar con toda la fuerza disponible la carretera Jorge Basadre, en la llamada Curva del Diablo, dando origen a un sangriento enfrentamiento.
Ahora escogió el Día del Campesino (antiguo día del indio) para martirizar a Puno, con un saldo de seis muertos que además no sirvió ni siquiera para impedir la toma del aeropuerto que terminó de todas maneras en manos de los manifestantes y derivó en nuevos actos de violencia en Juliaca y Azángaro.
¿Qué le pasa a nuestro todavía presidente?
En los 80 un García con menos años y kilos en el cuerpo, pero con ínfulas parecidas a las actuales le dio a Sendero Luminoso la ocasión para instaurar el “día de la heroicidad” que conmemoraba la eliminación de 300 presos por la orden desbocada de un gobernante que quiso salvar un Congreso Internacional que se estaba instalando en Lima y lo hizo volar en mil pedazos.
Veintitrés años después una determinación casi idéntica llevó la muerte a Bagua y dos años después a Puno y Huancavelica, con el agravante de que en ambos casos el presidente apostó a alargar el problema como si los que bloqueaban las vías pudieran seguir eternamente ahí o como si creyese que por cansancio podía imponer condiciones para que pareciera que en algún sentido había también ganado en la puja o no había perdido tanto. Al final, por supuesto, el gobierno concluyó derogando las normas prograndes inversiones que defendió contra la razón política y social y llegó a la última etapa del conflicto bañado en sangre, acusado por todos los sectores y derrotado en sus propósitos originales. ¿Cómo explicar que ésta haya sido la línea de actuación de todos los conflictos a lo largo de este gobierno y que se acentúe hacia el final como si se quisiera hacer que la transferencia desemboque en un total caos?

Ayer, García dijo que: “el primer objetivo es garantizar una transición pacífica y el inicio sin problemas del presidente Humala, y es por eso que hemos transigido en algunas normas, ya publicadas, que dan solución cabal a todos los reclamos que se habían planteado”.
Pero entonces la pregunta es ¿por qué no lo hizo antes, en vez de tener que esperar casi una decena de muertos en muy pocos días? Y respecto a la interpretación de los hechos que imputa a “oscuros intereses políticos”, habría que interrogarlo a qué oscuridad se refiere, porque precisamente el caso de Puno es el de la disputa entre la agricultura permanente, el agua limpia y el sol brillante, contra la minería sombría y que dura lo que el mineral bajo la tierra.
Por no entender que el problema del agro y las comunidades realmente existe, o por imaginar que se resuelve imponiendo la concesión minera, el país del crecimiento da la apariencia en ciertos momentos de ser un campo de batalla donde las masas se alzan contra el Estado insensible y sordo, que usa sus armas contra el pueblo.
La esperanza es que esto termina el próximo 28 de julio.

Tomado del diario La Primera. Lima, 26 de junio 2011.

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