martes, 12 de julio de 2011

OPINIÓN: Los aspavientos finales de Crazy Horse

Por Crispín Piritaño
El gran problema de tener un ego colosal es que sus manifestaciones alcanzan límites patológicos y chocan a la gente. En criollo, los aspavientos de Crazy Horse, el aún presidente, los podríamos llamar afanes de figuración enfermizos, pataleos para hacerse notar, evidencia de que se piensa insustituible, intentos de hacer creer que el país se despeñará cuesta abajo cuando ya no contemos más con su "sana" presencia en el palacio de gobierno. Qué equivocado es su trote chueco y su corcoveo.
Crazy ha hecho de todo últimamente para hacerse notar, contando con la complicidad del siniestro, del ominoso prelado que ejerce la política desde los púlpitos de Lima. Empezó con el Cristo del Morro Solar, efigie a quien los iconoclastas, los lúcidos y los que ven en el gesto del presidente una mera pose, han dado en llamar el Cristo del Gordovago y el Cristo Delorobado; luego vino la recuperación y promesas de restauración de la Cruz de Motupe, via erogación solidaria y “voluntaria” de sus ministros; y, finalmente, el intento de hacer del centenario de Machu Picchu una especie de cumpleaños personal.

Imagen elocuente de todo lo que quiere esconder Crazy (Caricatura tomada de La Mula).

Pero lo que llama la atención son las inauguraciones de obras faraónicas hechas a medias, como el Estadio Nacional y el tren eléctrico, obras que, como es su costumbre, entregará inconclusas. Crazy siente que el poder se deshace en la nada bajo sus pies y piensa que tiene la obligación de inaugurarlas como sea, sin importar los problemas que vengan después o que ya asoman entre bambalinas.
Con el amigo Charro conversábamos el otro día acerca de las curiosas coincidencias entre los gobiernos de Odría y Crazy y recordábamos que esto de las inauguraciones de obras inconclusas no son nada nuevo bajo el sol de los Incas. En nuestra amada tierra también hubo, en 1956, la inauguración forzada y forzosa, por órdenes de Odría, del canal de irrigación de Pampa del Toro ¡sin que llegue ni una gota de agua a los campos sedientos de Celendín!
Aquella inauguración fue un día memorable para los celendinos con conciencia, porque el maestro Saúl Silva Sánchez, a quien las autoridades pretendían negar tribuna, aprovechó el descuido del encargado de ceremonias y se apropió del micrófono para sentenciar con una frase que quedó en los anales de nuestra historia: “Cuarenta millones, cuarenta millones se han gastado y no tenemos ni una gota de agua. Con cuarenta millones hubiésemos comprado cuatro mil ingenieros, los hubiésemos unido culo con boca y ya tuviéramos agua”. Terrible frase que despertó al pueblo y puso en evidencia a los ayayeros del gobierno de turno, que querían engañar y estaban haciendo el más terrible ridículo.
Pero Crazy, en su afán de que lo recordemos con cariño para poder volver en 2016 (la insanía del poder no tiene límites), no toma en cuenta las lecciones de la Historia. Contra lo que piensa y cree, todas sus maniobras y aspavientos no le servirán de nada, nada logrará ocultar o que pasen desapercibidos los escándalos y faenones de corrupción que enlodaron su gobierno en su conjunto. Ha intentado culpar a los hombres de su entorno como León Alegría, Químper, Jorge del Castillo, Aurelio Pastor, Mercedes Cabanillas, César Zumaeta, etc, etc., para que carguen la cruz de su corrupción, pero el pueblo sabe que el Gran Titiritero es él y nadie más que él.
Por todo ello, Alan García es pasible de un juicio de residencia, del que, estamos seguros, no saldrá bien librado. ¡Pobre Crazy! ¿Y ahora quién podrá salvarlo?


¡SOLANO OYARCE, DEVUELVE LA CALLE QUE LE ROBASTE A CELENDIN!
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