domingo, 18 de marzo de 2012

Había una vez… en el País de Nunca Jamás

Por Franz Sánchez
Había una vez… y las veces que quería, un país dentro de un pueblo pequeño, en donde el sincero era el más cínico e hipócrita, el decente practicaba inmoralidades a escondidas, el honesto era delincuente, y el perfecto construía edificaciones de imperfección, porque “¡hombre, eso es progreso!”.
El rico debía ser socorrido siempre, y el pobre era un acaudalado de infortunios que no necesitaba auxilio y que estaba condenado al silencio, prohibido de reclamos, y con su imagen pegada en las paredes, adjunta a la palabra: ¡Wanted!... y todo por ser pobre y zonzo. Y es que en el País de Nunca Jamás, jamás digas nunca, porque el vivo vive del “zonzo” y el “zonzo” de su trabajo (si es que lo tiene, y si no, es pobre).
Allí también vivía un estúpido reyezuelo, que era tan cobarde que no podía gobernar, y entonces comenzó a pagar los favores de haber llegado al trono, y dejó que otros gobiernen… al estilo de su mentor nipón, se rodeo de asesores y hasta intentó claudicar del trono (faltaba el fax).
Era un tiempo de barbarie e invasión… A los territorios del pequeño imperio del látex y la “pichicata” llegaron unos piratas del Atlántico Norte. (Sí… si el Norte fuera el Sur, el ombligo quedaría en el cuello, imaginaros cual sería la nariz).
Y así fue que ese olfato erógeno trasladó a estos piratas hasta la pequeña oligarquía.
Desde sus embarcaciones solían repetir una y otra vez: “¡We Want a Lot of Money!”. No necesitaron conseguir un Felipillo, pues, en el mercado del pueblo recientemente construido e inconcluso, se remataban por docenas… y al kilo, casero.
Consiguieron a unos cuantos de estos honorables prepagos, quienes condujeron a los piratas hasta las costas de los lagos dorados, a lado del arco iris, en donde los Elfos vestidos con ojotas y sombreros de toquilla, custodiaban el “dirty gold”.
Llegaron en sus embarcaciones, “Convoys“, que flameaban banderas negras con el símbolo de una calavera y debajo la palabra: “Very Mercury”. Anclaron cerca a “The Blue Lake”, “The Cut Lake” y la más deseada “The Perol Lake”.
Aquellos piratas, para cumplir con su propósito de saquear las riquezas del País de Nunca Jamás (muy parecido a Macondo), se dieron cuenta que tenían que hacer pelear a los propios aldeanos, por lo que pagaron unos cuantos “cobres” a los Felipillos para que atacaran a sus propios vecinos.
Los bárbaros Felipillos, con micrófono en “On” a la mano, empezaron a rematar los dominios en subastas hertzianas, es decir le abrieron el camino a los piratas… como abren los muslos las “Bad girls of Caylloma Street”.
El reyezuelo “pink” se sacudía de miedo en el “Council Palace” porque no podía ir en contra de los mecenas de su “election campaign”… Y los mecenas eran “very friends” de los piratas.
Entonces había que echarle la culpa a algún aldeano de la comarca. Así la opinión pública justificaría la invasión (Great Idea).
En una oscura caverna (Lobbie), se reunieron: el Reyezuelo “pink”, el capitán de los piratas Jack Sparkling, los Felipillos y sus “outsourcings”, los microfoneros de radio (más conocidas como cotorras vendidas).
Rápidamente se notó que las “cotorras” se treparon sobre el hombro del capitán Sparkling y repetían lo que él y sus socios querían.
Y así las cotorras invadieron con sus injurias el cielo de la antigua aldea pacífica.
Dijeron una, otra, y otra vez… que los piratas no eran saqueadores sino que estaban preocupados por “The Laks”… Así que se les ocurrió publicitar la construcción de “Artificial Laks” or “Big Laks”, y además de “New Rainbows”… y hasta la contratación de otros Elfos.
Festejaban, bebían, derrochaban el “Easy Money”, pensando en que los aldeanos les habían creído el “cuentazo”… Así que decidieron por fin, buscar culpables.
Comenzaron con los periodistas exiliados del reino de Nunca Jamás. Los llamaron antiprogresistas, anticuados y metiches… En definitiva, a estos les gustaba vivir “for ever” en el “backward”, decían.
Convirtieron a la antigua comarca en una urbe de manicomio y edificaron “World Trade Centers” en miniatura, persiguieron a opositores, a los “Green Men”, a los “Red Men”, y a toda institución que se le ocurriera defender los intereses del País de Nunca Jamás.
Los aldeanos resistentes nunca denunciaron la persecución, los “journalists” exiliados tampoco, todos callaron… hasta que un buen día…
La comarca despertó ante tanta injusticia, se movilizaron los aldeanos, y los intelectuales gestaron junto a los activistas un gran levantamiento, que hizo huir al reyezuelo “pink” y temblar a los piratas ya instalados en donde el mapa del tesoro marcaba el aspa.
Las cotorras se escondieron encima del cuello del pirata (o sea, debajo del ombligo, si el norte fuera el sur...) y callaron sus graznidos.
La multitud ganó… pero esta historia no acaba aún. Tiene que recordar al lector que aquí, en el País de Nunca Jamás, no se debe decir nunca, ni jamás.
Así que los aldeanos que creyeron que las cotorras nunca más iban a volver a graznar en los micrófonos… se equivocaron, porque volvieron, pero esta vez con el “script” bien aprendido. Las cotorras serían las víctimas de la barbarie “comunista” y los “Red and Green Men” serían los culpables.
Así que ellos mismos armaron sus entrevistas y testimonios que trascendieron a todo el “Peruvian Land”… y, de cómplices sin sangre en la cara, pasaron a ser honorables mártires del “Independence Day”.
Colorín colorado (que no quiere decir colorín rojo, y que tampoco es apología del comunismo, como creería la DBA), este cuento recién ha empezado…


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